Violencia de género: reconocerla es el primer paso para erradicarla

En México, 9 de cada 10 mujeres han vivido algún tipo de violencia por su condición de género1. A pesar de esta cifra alarmante, muchas veces la violencia no se reconoce como tal. ¿Por qué? Porque la violencia de género no siempre grita: a veces susurra, se disfraza, se normaliza.
La violencia de género puede ser física, sexual, psicológica, económica o simbólica. Puede ocurrir en el hogar, en el trabajo, en la calle, en una consulta médica o en una red social. No se limita al golpe: se manifiesta también en el insulto, el control, la desvalorización, la manipulación, el miedo.
Muchas mujeres mexicanas crecieron en entornos donde la violencia era parte del paisaje cotidiano. «Era lo normal», relatan algunas. Por eso, identificarla no es fácil. A veces, solo cuando aparece la agresión física o sexual se comprende que lo vivido era violencia. Pero antes de ese punto crítico, ya hubo señales: celos extremos, aislamiento, burlas, chantajes, restricciones económicas o amenazas.
Recorrer lo que se conoce como la Ruta Crítica —el camino que una mujer transita al decidir salir de una situación de violencia— implica enfrentar miedos, romper silencios, buscar ayuda. Es un proceso profundamente personal, pero también colectivo: requiere que las instituciones estén preparadas, que la sociedad escuche, que no se juzgue, que se acompañe.
A pesar de los avances, aún hay muchos obstáculos. Vergüenza, miedo a represalias, desconocimiento de los recursos disponibles o falta de confianza en las autoridades. Solo el 4% de las mujeres mexicanas que han vivido violencia de género llega a presentar una denuncia formal2.
Por eso, hablar de violencia de género sigue siendo urgente. Porque solo nombrándola podemos verla, y solo viéndola podemos transformarla. Reconocer la violencia es el primer paso para detenerla. Y acompañar a quienes la viven, con empatía y sin juicios, es una responsabilidad de todas y todos.
Desde Instituto Natura reafirmamos nuestro compromiso con la erradicación de todas las formas de violencia de género, impulsando el acceso a información, redes de apoyo y espacios seguros. Porque una vida libre de violencia no es un privilegio, es un derecho.